Decía la novelista norteamericana Rita Mae Brown que “la recompensa por la conformidad es que le gustes a todo el mundo, excepto a ti mismo”. Es cierto que conseguir la aceptación y la aprobación de los demás, es un valor a tener en cuenta en cualquier actividad empresarial –como pueda ser la propia odontología-, pero también en un camino directo hacia el inmovilismo y probablemente el más directo hacia la insatisfacción.
No vamos a conseguir resultados diferentes al resto si no hacemos cosas distintas. Adoptar el sueño de otro habitualmente supone abandonar el tuyo, provocando, no sólo frustración propia, sino una absoluta incapacidad para mostrar la pasión y el entusiasmo que debemos transmitir a quienes son nuestra razón de ser: los pacientes.
Hay pocos sectores tan dinámicos como el odontológico -protagonista de uno de los más vertiginosos procesos de transformación que se han visto en años-, y pretender estar quieto en una zona de confort es un grave error estratégico. Es necesario reinventarse continuamente, sin perder el foco objetivo de la máxima calidad asistencial, pero sin renunciar al sueño de ser distintos y sorprender a nuestros pacientes.
Tener una buena base de pacientes y un reconocimiento es un valor en sí mismo, pero no tenemos que conformarnos con ello. La continua búsqueda de cambios que mejoren nuestra relación con el paciente y la atención que les ofrecemos nos hará acercarnos cada día más a nuestro objetivo, la clínica que una vez soñamos y, ese día, habrá que volver a reinventarse. Todo menos conformarse.